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Silencio

"Más vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria..."

melodías del ayer

No recuerdo exactamente cuándo la música llegó a mi vida. Solo recuerdo que siempre me gustó. Quizás porque Consuelo, mi madre, cantaba en las reuniones de la familia acompañada de su hermana y de su padre, mi abuelo José. Y creo que mi gusto por el rock se originó con el descubrimiento de unos discos de vinilo de los Beatles que se apilaban en la radiola vieja de la casa. También discos de nueva ola y otros. Pero en realidad, creo que fue John, mi hermano, quien de alguna manera tiene la mayor responsabilidad en haberme inculcado el gusto por el rock. No recuerdo qué edad tenía entonces, pero estaba chibolo. ¡Ja! Esos tiempos. Recuerdo que mi hermano llegaba a la casa con cassettes. Cassettes originales. Un día llegó con cassettes de Jimmy Hendrix, Stevie Ray Vaughan, Soda Stereo, The Police, ZZ Top, Journey, entre otros. Desde entonces, la música siempre me ha acompañado en cada paso que he dado en esta vida que recuerdo. En los buenos y malos momentos, siempre estaba allí. Con los amigos, conmigo mismo, con mis hermanos. Siempre estaba presente. Seguro que es por eso que ahora llevo mi MP4 a todos lados. La música es una de las mejores compañías que tengo. Bueno, antes se escuchaba mejor música en las radios. Ahora generalmente se escucha mucha porquería. Si quieres bailar, bailas nomás y te diviertes con cualquier cosa; pero para escuchar siempre hay más de una opción. En especial ahora con el Internet puedes encontrar una buena banda, un buen grupo, un buen solista, una buena melodía. Flaming Lips, The Libertines, Trembling Blue Stars, Morrisey, The Band of Horses y Doves son algunas de las bandas que llevo por el momento en mi reproductor. ¿Sabes que es una de mis frustraciones el hecho de no haber aprendido a tocar música? Quise estudiar música. No lo hice. Creo que pensé en que no iba a tener un futuro con eso. Ni siquiera se lo dije a mis padres. Ni siquiera saben que quería estudiar música. Lo que sí les pedí fue estudiar inglés, porque mi motivación era aprender las letras de las canciones de los grupos; en inglés obviamente, y cantarlas. Siempre me ha gustado cantar y me ha gustado bailar. Cuando tenía quince o dieciséis años visitaba a mi abuelo por parte de madre en Paiján. Paiján, este pueblito que queda cerca al Puerto Malabrigo o Puerto Chicama, como también lo conocen. Mi abuelo tocaba en una peña. Tocaba la guitarra. Él me enseñó a dominar las cuerdas. Aprendí algunas notas, los acordes básicos. Y de ahí es el gusto que tengo por la música criolla. Esas canciones que cantaba mi abuelo me vuelven nostálgico porque me acuerdo siempre de él. Creo que eso fue lo que hizo que pensara en estudiar música porque fue antes de que entrara a la universidad, fue estando en el colegio todavía. Pero mi abuelo tuvo parálisis parcial y se acabaron mis clases de guitarra. Mira, no sé qué es lo que más lamento; si la parálisis de mi abuelo o el hecho de no continuar con las clases. ¡Qué mal nieto! Luego de un tiempo él falleció y yo heredé una de sus guitarras, la que me mira desde un rincón y me dice que la desempolve. Cuando mi papá José falleció (así le decía), yo ya me encontraba estudiando algo que no me gustaba, una carrera técnica, Computación e Informática. Perdí mi tiempo estudiando aquello. Luego decidí estudiar una carrera que en cierta medida tiene relación con el arte, con la música, con la actuación, con todo eso: Ciencias de la Comunicación. No es que me sienta mal con esta carrera, me gusta mi carrera; pero hay cosas que uno deja de lado por alguna huevada que se te mete en la cabeza, porque sientes que no vas a poder hacerla, por miedo, por vergüenza, por la maldita sociedad, a veces hasta por los padres. Son huevadas. Son huevadas en realidad. Es peor despertar un día y levantarse y suspirar y decir por qué mierda no hice lo que quise hacer, por qué mierda no me arriesgué. Esa disconformidad de la vida, de llegar a un punto en el cual no sabes por qué tus decisiones tomaron otros rumbos. Puta madre por qué no le hable a esa chica que tanto me gustaba, por qué nunca le dije que me gustaba. Puta madre por qué no estudié eso. Puta madre por qué no viajé a tal ciudad. Puta madre por qué no agarré una mochila y me fui a aventurar por el mundo. Por qué no hice lo que realmente quería hacer. Llega un momento en la vida que miras hacia atrás y dices ya no hay tiempo. Algunos están enfrascados en relaciones sin sentido y no saben por qué. Mentira, traición, hipocresía y otras cosas más para mantenerlas. Hay relaciones que se derrumban. Insatisfacción. Es por eso creo. Es porque nunca viviste nada más. Viviste algo reducido, pasajero, en tu pequeño mundo y no conociste otras cosas. Intentar cambiar después de unos años es muy peligroso dicen algunos. Querer hacer las cosas que no has hecho antes. Algunos dicen hay tiempo para todo. No sé. No sé si hay tiempo para todo. Pero si estás detrás de estas letras o líneas, cualquiera que las lea: si tienes ganas de hacer algo, hazlo. Contigo mismo, con responsabilidad. Explicando las cosas que quieres hacer, si es que dependes de alguien. Pero, hazlo. No te digo que estropees la vida de otras personas; que vayas por encima de los demás ni nada, no. Te digo que camines a donde quieras, pero mirando el camino. Si quieres ser músico como un día yo quise serlo, puta madre hazlo; y si después de años ves que esa huevada no funcionó, no importa porque la viviste, la hiciste, la probaste. También creo que hay que pasar un tiempo a solas. La soledad es necesaria para encontrarse, para contar con esos pequeños espacios que te ayudan a entender tu vida, para gozarla, para vivirla, para aprender. Luego ya habrá tiempo para enseñar. Qué podemos enseñar si no hemos aprendido. Cuán buenos esposos podemos ser, si no hemos aprendido de otras relaciones. Qué buenos padres podemos ser, si no hemos aprendido a ser hijos y a contemplar de lejos a los niños. Qué buenos hijos podemos ser, si no hemos aprendido a querer y a considerar a nuestros padres. Qué buenos podemos ser en todo. Creo que hay un tiempo. Hay un tiempo. ¡Qué más da! Hay muchas cosas que podemos hacer. No nos arrepintamos luego. Creo que arrepentirse es simplemente reconocer que hiciste algo de lo que no estuviste totalmente seguro. Si tienes la seguridad de algo y lo haces, luego no tienes porque arrepentirte. Yo me arrepiento de no haber estudiado música. Me arrepiento de ciertas cosas. En general, ahora ya no me arrepiento mucho, quizás porque asumo los días de otra forma. Quizás he cambiado. No lo sé. Solo sé que quiero vivir un poco más. Y justo ahora recuerdo una película. Esta especie de remake de las películas de Wim Wenders que hicieron los gringos, a la que llamaron Ciudad de Ángeles. No es tan mal remake. Obviamente que las originales superan: Las alas del deseo y Tan lejos tan cerca. Pero recuerdo una parte en la cual este supuesto ángel, quien decide convertirse en hombre por un amor, se enfrenta a su ex compañero ángel y le pide explicaciones por la muerte de la joven a quien amaba. Le pregunta si fue un castigo de Dios por haberse convertido en hombre. El ángel, un ángel negro, que estaba a su lado y había tomado su forma visible negó el castigo divino. Son las probabilidades, le dijo. Son las posibilidades de la vida de tener algo en un momento y de que luego se te vaya sin más. Luego le hizo unas preguntas. ¿Si tú hubieras sabido el futuro? ¿Si tú hubieras sabido que al llegar a la tierra, que al convertirte en hombre, ella ya no iba a estar, hubieras venido de todas maneras? Y el ángel convertido en hombre le responde: sí. No me arrepiento de haber venido. He preferido tocar un segundo su piel, besar un segundo sus labios, tenerla un segundo entre mis brazos; que quedarme con la intriga de no haberla sentido, toda una eternidad.

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió…”. (Con la frente marchita - J. Sabina)
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