Te extraño. Y decirlo no es floro. No es esa huevada de decirlo solamente para sorprenderte, para engañarte o para manipularte. Te extraño porque te llevaste ese espacio que llenabas con tus relatos, tus sarcasmos, tus lisuras, tu soledad doble conmigo, tus arrebatos, tu olor, tu ser entero. Te extraño porque puta madre, te extraño. Te extraño porque ese espacio que llenabas te lo llevaste y en su lugar dejaste un hueco vacío, que no es precisamente ese espacio porque ese espacio solo calzaba contigo. Ahora es un hueco sin medidas, sin silueta, sin curvas, sin movimiento. Es solo un vacío sin tu nombre. Es un lugar que no es tuyo, ni mío. Es un maldito lugar. Un lugar sin forma. Un lugar sin ojos. Un lugar sin boca. Un lugar sin manos. Un lugar sin risas. Un lugar sin brazos. Un lugar sin piernas. Un lugar sin vagina. Un lugar sin calor. Un lugar sin esperanzas. Un lugar sin ilusión. Un lugar con sabor a alcohol. Un lugar con olor a tabaco. Un lugar sin lugar. Y ese hueco vacío que es el lugar sin lugar me mira sin tener ojos, me llama sin tener boca, me sujeta sin tener manos, me distrae sin tener risas, me abraza sin tener brazos, me excita sin tener piernas, me erecta sin tener vagina, me acalora sin calor, me esperanza sin esperanzas, me ilusiona sin ilusión. Ese hueco. Ese vacío. Ese lugar. ¡Ése! Ése es un demonio que dejaste en tu lugar. Por eso te extraño. Porque sin quererlo y sin saberlo me haces daño. Porque aquel demonio me susurra en el día y me ensordece en las noches. Por eso te extraño. Y sobretodo te extraño, porque perdí la paz que tenía contigo.